a.- En tanto hijos de Dios, queremos ser dóciles a las inspiraciones del Espíritu (cf. Rom 8, 14), con la certeza de saber que hemos recibido el «espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre!» (Rom 8, 15; Gál 4, 6).
b.- En tanto hijos de la Iglesia, «piedras vivas» del único Templo que es Cristo (cf. 1 Pe 2, 5), «edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas» (Ef 2, 20), cultivamos la comunión eclesial y la participación comunitaria a imagen de aquella comunidad primitiva que se mantenía constante «en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones.» (Hch 2, 42).
Asimismo, tenemos la firma convicción de ser «discípulos-misioneros» de Jesucristo, pues en virtud de los Sascramentos de la Iniciacón Cristiana (= Bautismo, Confirmación y Eucaristía) fuimos enviados al mundo para que el mundo crea (cf. Jn 17, 21). Ambas condiciones, «discípulos» y «misioneros», se unifican en nuestra espiritualidad y se expresan y realizan en nuestro Proyecto de Vida:
1.- Somos DISCÍPULOS DEL CORAZÓN EUCARÍSTICO DE JESÚS. Sintiéndonos identificados con el discípulo amado al pie de la Cruz, recibimos a MARÍA en nuestra casa como MADRE (cf. Jn 19, 25-27).
2.- Siendo ELLA la MUJER, «madre de todos los vivientes», por quien el VERBO se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn 1, 14), peregrinamos en su compañía para llevar a los sufrientes - en particular a los enfermos - la PALABRA de la reconciliación (cf. Col 1, 19-20) y la buena noticia de la VIDA (cf. Jn 14, 5-6).
En consecuencia, son rasgos característicos de los MISIONEROS DE LA INMACULADA MADRE:
1º.- La centralidad del MISTERIO DE CRISTO y de su PASCUA.
2º.- La centralidad del MISTERIO DE LA IGLESIA.
3º.- La centralidad del MISTERIO DE LA MATERNIDAD DE MARÍA.
4º.- La centralidad del CARÁCTER MISIONERO de la VOCACIÓN CRISTIANA.
Tomando como punto de partida estos cuatro «ejes estructurales» de nuestra espiritualidad, nos proponemos vivir la consagración cristiana mediante:
a.- La ADORACIÓN EUCARÍSTICA.
b.- La COMUNIÓN ECLESIAL.
c.- La DEVOCIÓN MARIANA.
d.- El SERVICIO MISIONERO de la MISERICORDIA.
De esta manera, centrados en Cristo-Eucaristía y amparados bajo el manto de María, vivimos nuestra vocación cristiana en el seno de la comunidad eclesial y misionamos hacia los sufrientes para testimoniar el amor maternal de la Santísima Virgen, quien continúa brindando al HIJO a todo aquel que lo desee recibir. Acompañando a María en su peregrinación, hacemos presente a CRISTO, fuente de toda GRACIA.
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